CLICK HERE FOR BLOGGER TEMPLATES AND MYSPACE LAYOUTS »
¡Bienvenidos a Twilight - Tokio Hotel!

12 feb 2009

Transformación de Edward (fanfic)

Bueno, el otro día me aburría en las clases de tecnología y no se me ocurrió otra cosa que hacer este fanfic >.<>
Capítulo 1. Neófito.

En aquel momento no había nada que pudiera sentir, solo un dolor de cabeza infinito. No se cuanto tiempo estuve inconciente, pero recuperé la conciencia.

»—¡Sálvelo! — escuché decir a alguien. Su voz me resultaba familiar, pero mi estado me impedía pensar a quien podía pertenecer.
»—Haré cuanto me sea posible — otra voz, esta vez era una voz masculina. Una voz suave y con un toque celestial.
»—Ha de hacerlo — esta vez si reconocí la primera voz, era la de mi madre, que acababa de quedarse viuda por la muerte de mi padre, Edward. Eso me recordó que ella había cogido la gripe española, y que probablemente yo también estuviese en ese estado. Pero no entendía que querían decir sus palabras. — Debe hacer cuanto esté en su mano. Incluso lo que los demás no pueden, eso es lo que debe hacer por mi Edward. — mi madre, aquella mujer que me cuidó y me apoyó en mis decisiones, aquella mujer que ahora estaba muriendo.

Quería levantarme y correr hacia ella, suplicarle que no me dejase, pero un dolor que me dejaba inmovilizado me lo impedía. No quería recordar la reciente muerte de mi padre, aquel hombre del que recibí mi nombre, aquel que me educó militarmente, aquel que murió de gripe.

Levemente, la temperatura en la que me encontraba, un bochorno insoportable, cambió a ser un poco más fresca. Daba la sensación de que había salido al exterior, algo imposible teniendo en cuenta que era lo suficientemente pesado como para que una persona me sacara tan rápido de allí. El aire azotaba mi cara, no escuchaba ni un solo paso, solo un vacío silencio.

De repente, sentí un intenso fuego que me quemaba. Debían haberme dado por muerto y haberme llevado a una hoguera. El fuego comenzó en el cuello y poco a poco fue apareciendo en otros puntos como las muñecas y la parte interior de los codos. En aquel momento, quedé inconsciente durante, quizás, segundos, minutos, horas, meses o incluso años.

Poco a poco fui recuperando la conciencia. Todo era silencioso, solo se oía el latido alocado de un corazón. Pero, ¿acaso alguna vez pude escuchar el latido de algún corazón? El dolor, que se había extendido por mi cuerpo y me había abrasado, fue desapareciendo desde los extremos de mi cuerpo hacia el corazón. Ahora, el corazón latía más deprisa de lo que uno podría imaginarse, latía como nunca antes lo había hecho. El dolor había desaparecido de todo mi cuerpo, solo permanecía en mi corazón y en la garganta, donde me la rasgaba en cada inspiración que hacían mis pulmones. El olor, el olor…ahora también era nuevo, olía hasta el más mínimo de los olores que había en aquel lugar. La garganta volvió a rasgarse, pero esta vez a causa del grito que di por sorpresa y dolor.

Me levanté bruscamente. Ahora que tenía los ojos abiertos, pude ver cada partícula de polvo. Me asusté al darme cuenta que no estaba solo. Allí, de pie a los pies del sofá blanco en el que estaba tumbado hace un momento, había un hombre. Miré atentamente a aquel hombre que vestía una bata blanca de médico. Me fijé en su tarjeta de identificación. Carlisle Cullen, ese era su nombre. Sus ojos dorados me miraban con mucha atención, se le veía ansioso. Decidí calmarme y hablar con él, preguntarle que me había pasado, por qué ahora lo veía todo con muchos detalles, por qué sentía esa quemazón en la garganta.

—¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué….
—Soy Carlisle. No tienes por qué temer, conmigo estás a salvo.

Me quedé en silencio. No comprendía absolutamente nada de lo que me decía. Intenté buscar algún tipo de respuesta lógica para esta situación, así que me lanzé a averiguar hasta el más mínimo de los detalles de lo ocurrido.

—Bien, por favor, no entiendo NADA de lo que me estas diciendo. ¿Podría empezar desde el principio?

Me miró un segundo, parecía buscar la mejor manera de explicarlo todo.

—De acuerdo. Ya sabes que tu padre murió de gripe española. Tu madre al poco tiempo cayó enferme de lo mismo, la gripe española, eso ya lo sabes. Una semana después de que tu madre enfermara, la gripa te alcanzó. Pasaron dos semanas, y tú seguías enfermo, incluso más que tu madre. Tenías pocas posibilidades de sobrevivir. Hace tres días, tu madre murió. — en ese momento no pude refrenar las lágrimas. Di un respingo, me di cuenta que no brotaban lágrimas de mis ojos, solo sequedad, no podía llorar. — Ya lo sé, te has asustado. — Vaya al menos se había dado cuenta — Ahora no puedes llorar, jamás lo harás. — Yo seguía mirándole, fijándome en cada detalle de su rostro. Carlisle agachó la cabeza, intentando ocultar sus ojos de mi mirada.
—Sigo sin entender qué hago aquí, por qué no lloro.
—Poco antes de morir tu madre, me pidió que le hiciera un favor. — Volvió a levantar la cabeza, esta vez con la mirada llena de cautela, parecía que algo, algo que nunca antes habría visto, algo sobrenatural, me fuese a contar. — Sabía mi secreto —susurró hablando para sí mismo — Sabía todo lo que podía hacer, todo. No sé como pudo darse cuenta de eso en sus condiciones. — Seguía hablando para sí, con la mirada perdida. — Me pidió que te salvara la vida. — Esta vez habló más alto, con mayor claridad.

»—¡Sálvelo!
»—Haré cuanto me sea posible
»—Ha de hacerlo. ¡Debe hacer cuanto esté en su mano. Incluso lo que los demás no pueden, eso es lo que debe hacer por mi Edward!


En ese momento recordé todo lo que había escuchado, recuerdos borrosos, recuerdos que me clavaban una lanza en el corazón, que me rasgaban el alma. Aquellas fueron las últimas palabras de mi madre, la mujer que más amaba en mi vida, la mujer que me trajo al mundo, la mujer que me crió, la mujer, junto a su marido, sobre la que giraba mi planeta. El sol de mi existencia había desaparecido, no tenía motivo por el que seguir existiendo.

—¿Cómo? — le pregunté, con una voz destruida por el dolor de la muerte de mi madre, del que ahora me hacía consciente.
—Edward — dijo, con voz segura — Esto es más difícil de lo que puedes creer, no es fácil explicarle a un v…a ti, lo que ha pasado. Edward, ahora todo es diferente para ti.
—V….— repetí lo que había cortado —Explicate, por favor.
— Vampiro, eso es lo que quise decir, ahora tu eres un vampiro. — sus palabras hicieron que me estremeciera. Aquel dolor volvió a mi garganta, quemándomela sin que llegara a ver el fuego. — Es demasiado duro para mí decirte todo esto. Comprendo cómo te sientes. Yo un día también fui convertido. — me miró con cuidado, estudiando mi reacción ante sus palabras.

Mi reacción fue de absolutamente de pánico. ¿Cómo iba a ser yo un vampiro?

—Pero..¿Cómo voy a ser un vampiro? Esos seres no existen, solo los supersticiosos creen en ellos.
—¿No te has fijado en todo lo que ves, lo que oyes, lo que saboreas? — hasta que lo mencionó no me di cuenta de lo que había sentido hacía un momento, de todas las partículas de polvo, del último latido de un corazón desbocado, del intenso dolor de mi garganta…

Necesitas beber, es tu sed la que hace que te duela la garganta, la que te la queme, seguro que lo sientes.

—¿Cómo? Tampoco entiendo eso.
—¿Qué? ¿Que ha pasado? No he dicho nada.
—¿Seguro? Acabas de mencionar algo respecto a ….sed.

Vaya, eso es en lo que estaba pensando, pero…¿Cómo lo ha sabido?

—Fácil, me lo has dicho, como ahora. — me sentía engañado, como si me estuviera llamando loco, diciendo que no ha dicho cosas que yo había escuchado.

Abrió los ojos y me miró muy sorprendido, como si no supiera que pasaba.

No, no debe ser eso, no puede haber desarrollado tan rápido su don, es demasiado joven, apenas acaba de ser convertido…no, es imposible…

Seguía sin tener idea de si lo pensaba o lo decía, quien sabía ya lo que podía ocurrir.

—Bien Edward, hay cosas de los vampiros que deberías de saber. Primero, durante el primer año tus ojos serán rojos, pasaran a ámbar y luego a dorados. Segundo, los vampiros se alimentan de sangre humana, pero yo, me alimento de…sangre animal. —lo dijo todo a una velocidad, que si hubiera sido humano, no habría escuchado. — Por favor, te daré la oportunidad de elegir, no voy a obligarte a nada, eres libre.
—Creo…creo que preferiría la sangre animal —cuando pensé lo que debería de hacer para beber sangre humana…me estremecí al pensar en aquello. —No creo que sea capaz de matar a una persona.
—Edward, eso es difícil, controlar tu sed no es algo fácil.

En ese momento me llegó un poco de aire. El olor que había era irresistible, humano. Mis instintos me decían que fuese a por esa presa, matarla y poder alimentarme. No pude resistirme ni un poco a aquel olor. Me lanzé sobre aquella figura. Sostuve su cabeza entre mis manos y la miré, aquella mujer tan bella, un olor irresistible, una belleza sin fin. Ella me sonrió, esperando a que la besara o algo por el estilo. Hombre bello, soy tuda tuya, en cuerpo y alma. No, aquello no me podía pasar a mi, no, a mi no. Sabía que pensaba mi víctima mientras la mataba. Cogí su cuello y lo olisqueé. Aquel olor entraba por mi nariz y me quemaba toda la garganta, me la rasgaba, me clavaban agujas. Caballero, haga su trabajo. Aliméntese. Mostré mis colmillos con una sonrisa a la mujer, debía de saberlo todo, saber lo que soy. Clavé mis colmillos en su cuello. Entraron suavemente en su piel, desde lejos parecía un beso. Su sangre se deslizaba suavemente por mi garganta como terciopelo. Sentía como todos los rasguños y la quemazón desaparecían de mi garganta. El calor de la sangre me curaba y me relajaba, me hacía sentirme más cómodo. En ese momento mi oído captó el último latido de su corazón. La mujer había muerto, la había matado. Jamás me perdonaría por tal cosa. Vampiro. Eso es lo que soy, un miserable vampiro que mata a inocentes por su bien. Soy una bestia. No merezco seguir existiendo.

Retiré mi boca de su cuello. Al mirarla vi su piel, ahora casi pálida como la mía. Su rostro estaba sereno, sin ninguna muestra de dolor. Aquella mujer murió en paz, sabiendo que era un monstruo lo que la mataba, una bestia sin perdón, sin corazón, sin alma…Ahora ya no moriría tranquilo, si aquello era lo que había después de esto. Ya Dios no me dejaría entrar en el paraíso, donde se encontraban mis padres, a los que tanto amé, amo y amaré.

Alejé la vista del cadáver y me centré en Carlisle. Hiciste lo que te marcaron tus instintos.

—No — el “no” no pudo ser más rotundo que aquel —soy una bestia, somos unas bestias. Jamás me perdonaré a mismo. — solté el cadáver y lo dejé caer sin ningún cuidado al suelo, mientras comenzaba a caminar hacia Carlisle — ¡Jamás volveré a matar a un inocente! — el grito fue muy serio, era una promesa que me había planteado en menos de una milésima.
—No quiero defraudarte, pero no es tan fácil —suspiró— la sangre humana aporta más energía que la animal, se parece más a la que un día tuvimos, la animal sacia la sed, pero nunca del todo. —Gruñí. Si no había forma de resistirse a la sangre humana, lo mejor era que yo desapareciera, que dejase de existir.
—Si no voy a poder controlarme como tú dices, me veo obligado a evitarlo matándome.—Carlisle volvió a suspirar.
—De veras, tampoco es fácil matarse, es imposible suicidarse uno mismo. Solo hay una manera segura de matar a un vampiro, pero no cuentes con mi ayuda.

Eso me cabreó mucho ¿Acaso no pensaba que ya era lo bastante peligroso como para seguir vivo?

2 huellas:

Anónimo dijo...

Hola chicas!!!
Me quedé muda cuando terminé de leer esto!!! Está muy bueno!!! Felicitaciones!!! ¿Piensan seguir escribiendo sobre Edward? Espero que sí...
Por otra parte millonésimas gracias por tu post sobre mi blog!!! Este también me gusta mucho y lo visito cada vez que puedo. Ah!!! Hace rato que tienen un enlace en Signos Musicales.
Besos!!!
Cris

(`·.·•мαяgун•·.·´) dijo...

Está súper, yo también estoy escribiendo un fic